lunes, 30 de diciembre de 2013






Otra Navidad que pasa.
Serrín en los caminitos, nieve en las alas de los ángeles, nombres que se ahogan al fondo de las copas, propósitos para el nuevo año escritos con tinta roja, letras apresuradas  pidiendo lo imposible, rituales de no sé qué extraña magia que jamás surtieron efecto en  mi mundo pequeño.
Aun así, encenderé de nuevo las velas, volveré a rociar sal en las rendijas de las ventanas, quemaré lo malo en cuencos de plata, tomaré las uvas con los ojos cerrados, pondré laurel en los bolsillos y encenderé bengalas de colores en mi balcón.
Beberé más de lo acostumbrado, cantaré sin costumbre y pasa lo que pasa, se confunden las lágrimas en la frontera de la alegría.
Estaré alegre, sí, me pondré mis mejores galas, me maquillaré con cuidado de no sumar surcos a mi eral, la sonrisa me saldrá sola (debe ser un defecto de fábrica), tacón de aguja, labios rojos y un cambio de peinado para despistar al enemigo.
¡Voilâ!  Quién lo diría, soy un año más vieja.
¡Feliz Año  Nuevo!


jueves, 26 de diciembre de 2013

Último jueves del año... Cuento de Navidad



Se queman los troncos de olivo, se abrazan aceptando lo inevitable,
se desvanecen sus corazones de madera escribiendo con humo los últimos  versos. 
Lleno mi copa una vez más y te recuerdo una vez menos.
Se desnuda el año entre campanas y luces de colores, se rompen las serpentinas que atan los sueños y los peces del invierno se ahogan en el brindis…
¿Y mañana qué?
Un empacho de buenos propósitos, una noche sin dormir, la resaca de lo previsible, el champán barato, el olvido caro, y en un descuido de la cordura  dejarse querer por el extraño que ocupa el otro lado de la cama.
Apago la luz o cierro los ojos, la jaula de las fieras abierta, (así llamo yo a los recuerdos) viaje iniciatico  desde la mecedora a las cenizas  mientras en la calle suenan los últimos villancicos. 
Los niños escriben  en la escarcha de los cristales, los años escriben en mi sien con una plata indeleble, historias de Navidad con sabor a matalahúga, a canela, a ajonjolí, a aguardiente  seco para matar añoranzas, a chocolate  y dulces de miel…
¿Feliz el año nuevo? 

El olor de la alhucema debe ser alucinógeno porque veo el futuro y me veo feliz. 

martes, 17 de diciembre de 2013

Feliz Navidad



Este es mi árbol.
¿Humilde? ¿Pobre? ¿Austero? ¿Triste?
No te engañes, es sólo una ilusión óptica. Mira, sigue leyendo:
Adorné el árbol con todas las cosas que la vida me dio en éste año que agoniza.
Arriba del todo, una estrella, invisible, pero  que llena de luz todos los rincones. Es mi madre que se fue en primavera.
Más abajo, dos campanillas, son los bebés que nacieron en mayo para poner música a los silencios, mi nieto Álvaro y mi sobrino Gastón que junto a los otros cuatro (Alonso, Nico, Miguel, Naim) son la felicidad misma.
Cuelgan cintas doradas con las que se ata el cariño sincero, mi familia, mis amigos de la infancia, mi maestra, mis vecinos del pueblo…
Lazos de colores de toda la gente  que conocí en estos 375 días, que se asomaron a mi vida por un instante, unas horas, unos días…
Hojas de plata  llenas de  versos escritos con tinta de todos los lugares: Chile, Uruguay, Argentina, Bélgica, Francia, Marruecos, Italia, España de norte a sur, de éste a oeste…
Bolas de charol azul  dónde ruge el mar, rojas dónde estallan los sentimientos. Guirnaldas  blancas haciendo  guiños con la intermitencia de quien no quiere cerrar las ventanas a lo imprevisto.
Lo más valioso que tengo  lo dejo al pié, es un corazón de serrín, el mío.
En él, los caminos se trazan o se borran sin hacer ruido, ven para quedarte, o pasa de puntillas, llega para darme amor, llévate lo que necesites,  señálame con tus alegrías, tíñeme con tus tristezas, borra o bifurca las veredas,  disuélveme cuando te dañe,  trázame el perfil de los sueños, alísame las dudas, transítame, en fín, a cualquier hora, que mi corazón no tiene puertas…
Ahora vuelve a mirar mi árbol.  ¿Te gusta?
Ya ves…Nada es lo que parece.
Feliz Navidad.


jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Que quiero ser de mayor? (Confesión para el jueves)



-Ejercicio de futuro-


Porque quiero ser tan mujer como ahora, dentro de treinta años, sin que me agobien mas arrugas que las del alma.   
 Coleccionar zapatos  para llegar a la altura de muchos y bajar descalza a los suburbios de otros sin que me tiemble la sonrisa.
No quiero perder la capacidad de razonar, y si, de vez en cuando, perderme en  las razones de alguien.
Quiero contar los días sin prisa desde una ventana que de al mar, 
despertar acurrucada a la vida, acompasando el corazón a ritmo de “dos”.
Quiero estrenar  caricias cada día y que me digan cada noche… aun te quiero “desastre”.
Necesito horas infinitas para leer lo que aún no he leído  y aprender muchas cosas que mermen mi ignorancia.
A ratos, quiero mancharme las manos de nada, llorar si lo necesito,  mirar a los ojos sin miedo y escribir poemas de amor sin justificar destinatarios.
Quiero ejercer de amante, ser artesana  de historias, inventar mundos,  jugar con barcos de papel, bordar lunas y soles en las sábanas de  cuna, pintar crepúsculos y amaneceres en el lienzo  de su espalda.
Quiero ser tan rica como ahora, tener lo justo para valorar lo que la vida me ofrece.  
Dar sin pedir, recibir y entregarme sin exigencias.
Quiero perderme,  aunque sea por los cuatro pasos que separen mi piel de otra piel.
Quiero… no esperar, como hoy, un milagro.







miércoles, 11 de diciembre de 2013

Adelanto juevero: ¿que quiero ser de mayor?




Soy... la pera




Ya sé que no van a entenderme.
Soy... la pera.
Todos los espejos me devuelven al verde
ignorando las punzadas  de mi piel.
Marrones heridas delatan mi límite suicida
al borde del frutero.
Cargo con la vulgaridad de mi especie.
Nadie me ha preguntado lo que quiero ser de mayor...
Una pera  no puede rebelarse.







lunes, 9 de diciembre de 2013

Callejero




Tiene una llaga en el costado que lame sin tregua,  el hocico cuajado de moscas, el rabo entre las patas y el pelaje triste… de sus ojos, mejor no decir nada.
El chucho, famélico, me tiene miedo, merodea titubeante alrededor de mi mesa esperando el pan duro de mis sobras, pero yo quiero darle una caricia  y no se deja.
Juguete que ya no divierte al niño,  abandonado a la sed y a las pedradas, de todas las plazas estorbo, de todas las miradas dueño,  aunque  nadie  cierra la puerta de su abandono.
Yo le llamo y me mira desde su abismo de perro, sin fiarse de mi mano extendida, ladra para otro lado  engañando al hambre.
Al sol recuesta sus pulgas y  deja el rastro en la acera de enfrente dónde, pedigüeña, se me ha instalado el alma.
Callejero del invierno, inquilino de mi lástima, un ébano de cuatro ramas, un chucho que se sabe huérfano de casta.
Me sigue.
Sus latidos van midiendo la distancia entre su linaje y mi ralea, entre su frío y mi manta, entre mi rechazo y sus huesos, entre su soledad y mi casa.
¡Amigo!, pss, pss, ¡amigo!  Y cojeando viene a lamer mi sombra, yo abro de par en par mi querencia más ancha y repito en todos los tonos posibles ¡amigo! ¡amigo! ¡amigo!
Nunca una palabra me sonó tan magna.


“La luna es como un gran cuenco de leche que se derrama en la noche para que  los perros sin amo no se queden con los sueños vacíos.”



martes, 3 de diciembre de 2013

Este jueves, relato: "Visita en el convento"



Los relojes se  habían parado. El tiempo no.
El patio que rodeaba el convento estaba lleno de higueras y un zumbido de abejas atravesaba la tarde. 
La vi salir con la mirada al suelo, los andares lentos como si arrastrara el mundo consigo.  Sin equipaje, sin voz, sin mañana.
No supe cómo llamarla. 
En la pequeña caja de cartón con sus pertenencias había escrita una fecha y un nombre. Doce de febrero de 1963, Carmen  Alba.
Pero escrito en los renglones del alma llevaba otro nombre que tendría que borrar con el ácido de la experiencia.
Desde los siete correteaba por el claustro mientras  su madre limpiaba las galerías hasta que un día, como si de una ofrenda se tratase, la donó a la comunidad y desapareció.
El día que cumplió quince años  le regalaron un hábito marrón, le cortaron las trenzas, la prometieron a Dios y bordó ajuares de sol a sol para un casamiento de fe.
Sor Concepción de María pasó por todas las dependencias, trabajó en el huerto, hizo dulces de Navidad, cantó en el coro, atendió a ancianos y niños,  rezó maitines,  hermana custodia, hermana tornera, hermana limosnera… oficios que agradaban al Altísimo.
Hoy tiene 57 años y fiel a su voto de obediencia, atraviesa la cancela. En nombre de Dios, la obligan a regresar al mundo.

Nos hemos casado por poderes. La madre superiora  tasó su dote en alto, yo pagué religiosamente.   
Acumulo  bienes y soledades en igual medida  pero a partir de hoy espero desequilibrar la balanza.