martes, 11 de agosto de 2009

"El Columpio" Premio de relato en la asociación MARZAGA, Mazagón, Huelva, 2/8/2009




Llegaron los feriantes... Los feriantes y las sandías siempre llegaban juntos para poner color y sabor al mes de julio.
El calor derretía el azul de los travesaños del columpio y los niños nos arremolinábamos en el triangulo de sombra de la acera reconociendo los cachivaches que año tras año se descargaban del camión.
El canario, el perro, la gallina, el cántaro de barro y tres chiquillos con churretes, eran poca novedad para llenar nuestra impaciencia.
Uno a uno se iban ensamblando los palos, los tornillos sin rosca aguantaban los ejes gastados de unos torpes barcos que se descolgaban para caer en un mar de tierra donde morían en el más ridículo naufragio.
Dos banderitas sin patria adornaban el mástil esperando una marea favorable.
En la caseta de madera, un capitán de mentirijillas vendía a dos reales un pasaje de ida y vuelta.
Vestidos de nuevo y oliendo a colonia, nos poníamos en fila aligerando la hora adormilada del reloj.
De dos en dos nos empolvábamos las sandalias y nos atrincherábamos a codazos para no perder el turno de tan efímero viaje.
Sonaba la campana por fin... En desbandadas, como gaviotas torpes de salados sueños, los niños contábamos las mecidas del columpio sin batir de olas.....
Aquellos barquitos retocados de pintura para esconder las arrugas, siguen anclados en el puerto de mi memoria cuarenta años después.
Me duele el chirriar de la madera y me duele el engaño mientras espero desde esta orilla vacía de ilusiones a que lleguen de nuevo los feriantes a pintar mares dulces en la sonrisa de otros niños.
... Yo ya tengo en el corazón una grieta de agua estancada.
No.
No empujes más mi columpio.

1 comentario:

Trini Reina dijo...

Enhorabuena por el premio y felicidades por este relato que me ha trasladado a la infancia y a navegar en aquellas varquitas coloreadas que nos hacían vokar y reir con el alma al aire.

Saludos y enhorabuenas