lunes, 27 de abril de 2009



A veces te esparces,
dolor,
Y me anegas…
Ni siquiera los gorriones
Se atreven a beber
En la tristeza irregular de mis charcos.

jueves, 23 de abril de 2009



"Un libro es el único amigo que soporta el abandono sin hacerte preguntas"

viernes, 10 de abril de 2009

Ritual




Deja sobre el brocal la vara de hiniesta,
Sereno, arría el cubo de agua fresca.
Salobre, llega la noche.
Ritual monocorde pone música al silencio,
Cruje la enea mientras se descalza pausadamente,
Y va dejando la envoltura al filo del arriate,
a la par que la luna,
llena hasta el borde la jofaina.
Un puñado de luciérnagas
procesionan por los sarmientos
formando encajes de luz sobre el pozo.
Legas tu voz al aire húmedo
y desde tu campanil sin credo,
me llamas.
Yo acudo desde mi sur ardiente a invadir tu geografía,
Sellando con melaza y canela
la línea entreabierta de tu deseo.
Siente como estallo en veneno por los brotes de tu aliento,
Y voy muriendo para ti, al tiempo que me inundas.
Salobre, llega la noche, amor,
Mira…
Mira como se amolda mi barro a tus brazos de agua.

miércoles, 8 de abril de 2009

Cita





Roto el albor primero,
la luz atraviesa los umbrales.
Te aguardo fuera como la sombra del tilo,
mecida apenas por el aire de abril.
Deshilachado sale tu nombre
en la urdimbre de mis labios,
Cuando vienes a mi encuentro,
Cómplice,
Centinela de amor…
Amante.

lunes, 6 de abril de 2009

Nostalgia del pavo real




¡Que no!
¡Qué crisis, ni crisis de los cuarenta!
El michelín que dificulta mi respiración no es cuestión de estado de ánimo, si no de construcción heredada de mi madre.
¡Que le vamos a hacer, la puta genética!
Yo era un perfecto armazón de huesos poco revestidos, una rubia natural y graciosa con dos ojos que se intuían de color verde gatuno cuando el amor se colaba por las rendijas de los diecisiete años…
Las redondeces de mis pantorrillas y la magistral exhibición de mi sonrisa levantaba un inquietante revuelo.
Nostalgia del pavo real, eso es lo que tengo… de las mañanas de sol y su grito alargando el eco en las torres.
El atardecer rojo y púrpura es como un abanico que alienta en la noche el multicolor engaño del arco iris de su cola.
El alarido del pavo real quemó el rastrojo de mis años tiñendo de ceniza los cabellos. Secó el vergel de mi saliva y agrietó la voz del tiempo.
¿Se es vieja a los cincuenta y tres?
Toca callar y dar prioridad a la cordura, toca aliarse con los espejos, toca esconder años del calendario lunar que habita en mi vientre ya seco, toca renunciar a sentir, porque desentonan las arrugas con la felicidad.
La razón me alerta de que cada día hay menos hueco entre lo que quiero y lo que debo querer, eso me produce un tipo de asfixia libertaria no reconocida por la O.M.S.
¿Desde cuando los pavos reales lloran?
¿Depresivos en el paraíso?
¡Eso es muy difícil de detectar, coño!
Así que hoy he decidido tirar las plumas que adornan el jarrón a la entrada de mi mala suerte.
Que dan mal fario, me ha dicho una gitana.

-Pavoneando su belleza a pinceladas sepias, vive el retrato que da fe de la deferencia que tuvo conmigo La Madre Naturaleza a los diecisiete-

domingo, 5 de abril de 2009

amor


Guardo el pudor en los pliegues de la noche,
Sumisa,
a dos besos de ti,
tiemblo.

miércoles, 1 de abril de 2009

Cuento sin palabras






Nunca como hoy quise beberme los segundos,
hasta emborracharme de tu ausencia.
Que la media noche pase mientras yo cierro los ojos
Y que en ese instante de eternidad rota,
me devuelvas el zapato de cristal
de este cuento sin palabras.
Tú buscas una Cenicienta descalza de amor...
Yo disfrazo con harapos tu recuerdo.
Te imagino en ese baile al que se asoma atónita mi tristeza,
donde suena la voz rota del agua,
mientras me cubres de olvido y te ahogas en otra caricia.
La misma música nos hace danzar con frenético desequilibrio
hasta abandonarnos en esquinas diferentes,
como dos extraños.
El eje de mi sinrazón se quiebra y las preguntas sin respuesta
abren estériles surcos en los sentimientos.
Nunca como hoy me angustiaron los relojes…
Ahora cuando el mar de tus palabras
busca un nuevo puerto donde abandonarse,
suenan doce campanadas, doce heridas de azulado dolor
que me destierran a un reino de caracolas mudas.
El desamor trepa como musgo invasor a mi torre de arena,
ocupando las grietas de este corazón cuarteado.