jueves, 23 de septiembre de 2021

Este jueves un relato: La Mentira


                                                                 

El teléfono es testigo de la última captura antes de que él alertara y se borraran todas las pruebas. Ella sabe demasiado.

En segundos, todas las cuentas en las redes quedaron en blanco, ni rastro de aquellas frases insinuantes con respuestas provocadoras a horas intempestivas, ni rastro de fotografías recortadas y citas en los sueños, ni rastro de lo hablado en el último encuentro a escondidas.

Los planes se urdían con la ayuda de unas cuantas alimañas.

La decisión estaba tomada.

La mentira es la letanía de los cobardes.

La mentira crece como una enredadera invasora que acaba ahogando la razón.

Los traidores tienen que estudiar cada día la lección para no fracasar frente al mundo, para creerse y que los crean dueños de la felicidad perfecta.


 

 


jueves, 18 de febrero de 2021

Relato para un Jueves de carnaval


Cuando yo me pongo la careta queriendo ser otra, cuando la pintura confunde la alegría con el llanto y los pensamientos juegan a las cuatro esquinas por las arrugas imperdonables de mis años, cuando lo que digo suena a sentencia o a carcajada, dirán…¡es carnaval!

Con trazo firme, sin que me tiemble el pulso me pinto la vida al antojo de quienes me miran. Los que sólo ven mi fachada aplaudirán la torpeza o el ingenio, pero quienes escarban mi corteza, encontrarán la piedra o la sal, lo divino que heredé y lo humano de mi queja.
Tú, abrázame la risa, que de la tristeza ya se encarga el payaso.



jueves, 21 de enero de 2021

Relato con el que participo en el certamen "Mimejormaestro2021"

 

 

 La Maestra


La más joven, esa nueva que acaba de llegar al pueblo, la maestra, apenas una chavalilla es la que tendrán los niños este año en la escuela. Toda una revolución en los corrillos de madres, era la noticia.

Atrás se quedaban los ricitos ridículos de doña Legado y sus labores de petit-point, los dictados de aquel libro soso que se empeñaba en que nos gustara. Se jubilarían también los tinteros de cristal y las plumillas, el ángelus de las doce y las clases particulares en el patio de la casa de enfrente, los castigos cara a la pared y el repaso odioso y tedioso del catecismo mientras marcaba el ritmo con una varita cursi, como si se tratara de una orquesta, las voces desganadas de los chiquillos.

Se acabaría la presión de ser el primero en la fila y como consecuencia, de ser el empollón de la clase con el consiguiente cencerro de piropos ganados a pulso por el resto de “torpes”.

Las niñas podríamos subir un poco el dobladillo del “babi” sin temor por eso de ir al infierno y hasta podríamos negociar el último domingo del mes para ir al baile.

La maestra nueva recorrió las cinco calles saludando a todos y ganándose la simpatía de viejos y jóvenes sin esfuerzo alguno. Así de natural, era graciosa y hablaba por los codos y por sus ojos exageradamente azules… ¿o eran verdes?  (Más tarde supe que, cambiaban de color según su estado de ánimo, tal como me pasa a mí)

Los niños grandes, los alumnos de Don Amaro decían que con una maestra así sería imposible concentrarse en los libros, pero que, si no había más remedio, harían un sacrificio.

Mereció la pena el sacrificio, seguramente, porque nunca estuvieron las clases más llenas y atentas. Un invento revolucionario, enterró la frase de: “los niños con los niños, las niñas con las niñas” pasando a ser “Escuela Unitaria Mixta” o lo que es igual, fuimos ALUMNOS sin mas etiquetas.

Era absurdo separarnos en las horas de clase, cuando al salir de ella, la amistad no entendía de sexos y nos juntábamos todos para jugar a las cuatro esquinas, a los indios, al trompo, a las bolas o a la lima. 

Juntos a la hora de la merienda (pan de morrongo con aceite y azúcar o chocolate negro) en la plazoleta, y juntos, pero atendiendo a diferentes tareas, en la iglesia, monaguillos los niños mientras que las niñas rezábamos el rosario.

Eso de tocar las campanas era cosa de hombres y en ese aprendizaje de “hombres” entraba también el fumar el primer cigarrillo y llevar pantalón largo.

Las niñas llevábamos trenzas los días de colegio, y los domingos nos soltábamos el pelo y nos poníamos la ropa nueva. Por seguir la tradición, supongo, paseábamos por la calle nueva llenando las aceras, con el consiguiente fastidio para las hermanas mayores que ya pensaban en buscar novio y les estorbábamos. Nosotros aún no jugábamos a eso.

 

La maestra nueva se llamaba Rafaela Palma y tenía una sonrisa que la ocupaba toda, que la transformaba… No recuerdo si a su llegada hubo cohetes, o banda de música, pero la recibimos con el corazón abierto, que aunque no se nota, es igual de importante.

Cómo empezaron a cambiar las cosas desde aquel día, desde la percepción de un niño y su mundo de colores, la maestra era un arco iris perfecto.

En la fila para entrar en clase, se iban notando los cambios, no se si porque también nos hacíamos mayores, o nos queríamos hacer mayores de golpe para parecernos a ella.

Los niños se repeinaban y acudían temprano solo para verla a través de la ventana, a ofrecerse como voluntarios para borrar la pizarra, vaciar las papeleras o hacer algún recado.

Las niñas podíamos llevar flores en el pelo sin que desentonaran ni estorbaran para el aprendizaje de las matemáticas. Nunca más se nos castigó cara a la pared ni se nos hacía recitar de memoria las hazañas de Viriato.

En la pared, sobre la mesa de la profesora y junto al crucifijo y la foto de Franco, se colgó también la “palmeta” ese elemento de tortura que nos alejaba con dolor del amor por las letras.

Era otra clase de amor el que nos ocupaba sin perder jamás el respeto y aceptando normalmente que la “seño” también sabia enfadarse y mucho.

Por no salirse de la norma en todas las cosas, no suprimió ni una materia. Lástima.

Pero la diferencia entre imponer y enseñar, se iba notando día a día.

Si que añadió la asignatura mas bonita de todas, la que no estaba escrita en los libros, aquella por la que recibió alguna crítica que otra de los partidarios de “la letra con sangre entra”.

Nos enseñó a convivir en armonía haciendo de la alegría la mejor escuela. Nos contagió su amor por el teatro creando un grupo entusiasta de aprendices de actores.

Se acabó el punto de cruz para bordar experiencias con la naturaleza en aquellas inolvidables excursiones, -aun me suenan las canciones disparatadas que coreábamos mientras nos adentrábamos por veredas imposibles hasta el Molino de Honorio-

Sin olvidar las tardes de lluvia que nos daba la clase en ruta, bajo el agua con los impermeables, el paraguas y las botas de goma camino del rio, porque no hay mejor ejemplo que aquel que se puede observar y comprobar, y allí nos tenía bajo la tormenta aprendiendo la lección mas espectacular de ciencias que se haya visto.

Con ella fuimos solidarios apadrinando niños de África, es curioso, no se como lo hizo sin que se notara, pero durante mucho tiempo, mantuvimos correspondencia con aquellos niños y niñas a los que habíamos bautizado con una pequeña aportación económica, justo lo equivalente a la paga del domingo. Ahora sé que la respuesta a todas aquellas cartas eran fruto de su trabajo, que ella las contestaba para acrecentarnos la ilusión y para que nos sintiésemos útiles.

Cincuenta años después, entre papelotes amarillentos, he encontrado una fotografía de mi ahijada.

Otra foto de una de las representaciones de teatro, al mirarla, si cierro los ojos puedo escuchar el corillo entonando: “doctor Matías, lere, lelele lerén, no meta usté tanta paja….”

Mis compañeras, mis amigas del pueblo, la mayoría abuelas ya, es seguro que mantienen intactos en su memoria todos los estribillos, las batas de médicos que eran el vestuario de la obra, los serruchos, martillos y cuerdas que, a modo de instrumental, llevábamos y mi vestidito de tul guardado en un baúl del soberao…

Cosas de viejos, esto de la nostalgia.

Quizás utilizando la nostalgia y los recursos que me enseñó mi maestra Rafaela Palma, mi pasión por las letras, mi empeño en expresar los sentimientos en los papeles blancos, quizás porque suena  rancia la palabra “homenaje” y quizás porque tengo la suerte de que  a través del tiempo no la he perdido (aunque cambiando el sustantivo “maestra” por el de “amiga” mi amiga Rafi), me atrevo,  -a riesgo de que me corrija- a darle las gracias por aceptar aquel destino, pueblo pequeño del sur, en su primer año de magisterio y sembrar tantas ilusiones en el campo arado de sus alumnos.



sábado, 26 de diciembre de 2020

Los jueveros 2020


Gracias un año más, amiga Neogéminis. 

Los jueveros seguimos cerca, entrelíneas, con el corazón de par en par.

Sed felices!

miércoles, 2 de diciembre de 2020

 Los jueves de relatos... "Reuniones"




 En la chimenea una montaña de ascuas se desvanece descontando su tiempo entre cenizas, el reloj de cuco que atrasa media vida, se ha engalanado esta noche para recibir a los invitados.

La escarcha va dejando caminitos en los cristales y entre surco y surco, voy escribiendo los nombres de los que están por llegar.

Esta noche el grito del invierno me recorre los huesos, es la única canción que remienda los abrazos y el silencio atronador de mis cuatro paredes.

Hay un mantel lleno de estrellas y una estrella apagada en mis pupilas que sólo se enciende con la intermitencia de las voces al otro lado del teléfono.

Cuando se apagan las voces suena la sirena. Toque de queda.

Tendré que cenar sola. Se han cerrado las fronteras entre tu casa y mi casa.

La soledad va ocupando todos los huecos, brindo para saciar el hambre de amor, ahogando la Navidad a sorbos pequeños.

Fuera, desahuciado, está el año 2020, vestido de miedo, oscuro de llanto, ladrón de sonrisas, trujamán de sueños…

Mordaza tiene la luna, el mundo se apaga.

 

 


lunes, 13 de julio de 2020

Sueño




Dormía solo en una habitación redonda,
para que la tristeza no anidara en las esquinas.
Su mujer gris y sus hijos grises,
escondían el parentesco renegando de su oficio.
El enterrador solo sueña
con un panteón con ventanas para escaparse de la vida.

miércoles, 8 de julio de 2020

Naufragio




Ante notario nos repartimos lo quedó del naufragio.
Un amor con agujeros predestinado desde la primera ola.
Los abrazos a medias, los silencios a medias,
las astillas de la costumbre,
el hambre de caricias…
          ¿Algo que declarar?
Si.
Aún se nos escapa la sal por los ojos.

lunes, 6 de julio de 2020

La cinta roja en el magnolio





No se quien ata una cinta roja al tronco del magnolio que hay en el parque.
Cuando yo paso, cambio la cinta a otra rama, para que sepa que estuve.
Es una rúbrica anónima escrita en el aire de los solitarios.
¿Los pájaros saben hacer nudos?

domingo, 22 de diciembre de 2019

Estatuas para un jueves de diciembre

Los diferentes


Amo a los diferentes, 
a los que tienen sonrisa de luna rota, 
a los abandonados del arco iris. 
Amo el gris de su abecedario 
y la maraña de sus preguntas. 
Amo a los diferentes 
que arañan la corteza de la cobardía, 
a los que gritan hacia adentro, 
a los que buscan a ciegas otras caricias.
El eco de sus silencios agujerea el miedo 
derramándose en palabras torpes.
Yo amo a los diferentes 
porque en el fondo, me reconozco.












miércoles, 18 de diciembre de 2019

El delantal de mi madre







Lo que daría, por refugiarme
entre los pliegues de tu delantal, madre,
a salvo de los años que me queden por vivir,
al calor de tus consejos, 
a la sombra  del vichy cuadriculado.
Sacar de la magia de tus bolsillos, 
el pan para mi hambre,
el pañuelo de yerba para mis lágrimas,
el hilo con que zurcir los sueños rotos.
Atarme con las cintas los pensamientos,
dos vueltas al regazo, un abrazo al cuello,
y dentro tú y tus silencios, 
como un templo.
Tu delantal, madre, que huele a alucema,
a noches de desvelo avivando el fuego 
de todos los inviernos que nos crecen en las entrañas
conforme vamos haciéndonos viejos.
Porque no pude, madre, guardarme tu risa,
entre la piel y la noche,
ni aprenderme de memoria los cuentos
que escribían tus ojos en los míos,
porque no supe, madre, parar el temblor de tus manos,
en el adiós irremediable de los relojes.
Desmenuzo las horas desde que no te tengo,
llenando de migajas el delantal de tu ausencia,
alimentando el vacío con la prisa 
de no llegar a ninguna parte.


Mamá María

sábado, 14 de diciembre de 2019

Palabras que el amor desordena




Hay un cordel atado a la tarde 
donde los amantes tienden su última caricia.
Allí donde el desapego va dejando cadáveres, 
y la náusea del tiempo sobrevuela sin prisa.
Hay un ábaco para sumar deshoras,
un mañana escrito con tiza, un tal vez, un nunca…
Hay un labrador de manos torpes
que esparce semillas en las grietas de la costumbre.
El hambre de los cuervos nos iguala
y al anochecer nos repartimos  las sobras y la culpa.
Hay un erial entre dos manos que delimita el miedo,
una  hilera de palabras que el amor desordena, 
una sequía pertinaz en las cuencas de los ojos.
Hay un cordel atado a la tarde, 
por donde el sol, funámbulo sin aplauso,
atraviesa hiriendo la ceguera de los cardos.  

jueves, 25 de julio de 2019

Este jueves relato: Relatos de Moulin Rouge



El invierno araña fuera, el vino barato, dentro. 
Dice el tabernero que ya no les fía más, que no tiene con qué tapar los agujeros
de su hambre, las grietas de sus silencios. 
Se adivina en el fondo de sus ojos la ruina de sus vidas,
los escombros de los días felices. 
Monique atraviesa la memoria hasta sus dieciocho años de piel de seda,
cuando su cuerpo-templo era un regalo para los sentidos.
Primera bailarina del mejor cabaret del mundo.
A Alain lo conoció una noche en la que le pilló desprevenida
la urgencia de un abrazo...y de ahí, mercadeó cada caricia. 
El usurero se acostumbró a la dádiva, ella como una luna menguante
se fue apagando tras las cortinas de terciopelo.
Detrás del escenario, las candilejas suavizaron el engaño.
Ajada la piel y la costumbre, comparten el fracaso el pan y el vino.
El destello de las luces de Moulin Rouge dejan al descubierto
las arrugas del desencanto.
Cada noche desde hace muchas, peregrinan de bar en bar
y acaban en esta esquina donde las luces de neón eclipsan su presente.

No, ni el tabernero ni la vida les fía más.

miércoles, 17 de abril de 2019

Este jueves, relato: Una orquídea cada 14 de febrero




Nunca supo que no me gustaban las orquídeas. Cada año de los cuarenta que hemos pasado juntos, he recibido una orquídea el 14 de febrero.
Lo veía llegar con esa cara ilusionada portando aquel regalo que a mi me ponía los pelos de punta.
Otra orquídea encerrada entre celofanes y lazos de colores, otra orquídea
que me observaba desde  su cárcel de plástico, poderosa rival que en el lugar más especial de mi casa se erigía como reina.
Desde ese momento, todos los mimos, todos los piropos eran para ella,
sus colores amenazantes me hacían palidecer a mi, la suavidad de sus pétalos fríos se abrían para menospreciar mis caricias.
Respira.
Mientras duermo la oigo respirar, alerta, como una gran boca dispuesta a tragarme
en un descuido.
Amanece. El mira a la estantería antes que a mis ojos.
Me llama para que vaya  preparando el desayuno.
No le quiero oír.
Despierta, me he mirado al espejo. Estoy marchita y me he tirado a la basura.
En el vaho del cristal escribí:
“Feliz  día de los desenamorados, deja que la orquídea eche raíces”

miércoles, 10 de abril de 2019

Acróstico para un jueves de abril





                                       
                                                                Vestido de albA
                                                                 Pintado de añiL
                                                    Descalzo por el mihraB
                                                        Como amor sin amO
                                                                   Roto el espejo del agua,
                                                                  A ciegas se busca.
                                                                  Dudo que la luz lo arrope,
                                                                  A solas, mi duende huye.

martes, 12 de marzo de 2019






La promesa


Ya sabe que la observan desde todas las ventanas,
los visillos se mueven lentamente para no delatarse, pero la siguen
mientras va calle abajo.
A cada trecho se para, respira sin girar la cabeza, se agacha
y recoge guijarros hasta llenarse los bolsillos.
No está loca, no, es un arma para luchar desde dentro.
Murmuran, critican ensartando la hebra de las cavilaciones y dictando
remedios para su mal, pero a ella ya no le llegan los consejos,
está  lejos, al otro lado de un horizonte pintado con tiza.
Desde allí tira las piedras al tejado de su historia poniendo nombre
a los propósitos, la rabia da en la diana a veces y se abren
las compuertas del llanto, otras, el dolor le devuelve la pedrada
hiriéndola de nuevo y alguna vez  errando el tiro,
huye a limpiar las mentiras en el revés del agua.
No sangra. Calla y traga.
No hiere aunque la acorralen.
Se lo prometió a su madre.

domingo, 13 de enero de 2019

Invierno







21 de diciembre 2018


Desde hacía unos días, el invierno y la muerte acechaban tras los cristales. Tú lo sabías.
Supe que el invierno llegó anoche porque la escarcha heló las rosas que yo debía cortar 
para ti esta mañana.
La muerte, se adelantó a todo.
-El laurel se está secando- me dijiste. 
(Aún malvive, como mi rabia, abonando la tierra)
Los pájaros alcanzaron por fín la libertad, huérfanos de aire, amanecieron mudos 
entre los barrotes la misma mañana de tu vuelo.
Y yo porque no soy pájaro, ni laurel, ni rosa, tengo que seguir sin querer, 
añorando la primavera.